La
celebración de la fiesta del martirio de San Juan Bautista, que en la Iglesia
Latina tiene orígenes antiguas (en Francia en el siglo V, y en Roma en el siglo
VI), está vinculada a la dedicación de la Iglesia construida en Sebaste en la
Samaria, en el supuesto túmulo del Precursor de Cristo.
La
fiesta aparece ya en la fecha del 29 de agosto en los sacramentarios romanos, y
conforme el Martirólogo Romano esa fecha correspondería a la segunda vez que
encontrarán la cabeza de San Juan bautista, transportada a Roma.
Tenemos
sobre San Juan Bautista las narraciones de los Evangelios, en particular de
Lucas, que en ellos habla de su nacimiento, de la vida en el desierto, de su
predicación, y de Marcos que nos refiere a su muerte.
Por
el Evangelio y por la tradición podemos reconstruir la vida del precursor, cuya
palabra de fuego parece en la verdad con el espíritu de Elías. Negó
categóricamente ser el Mesías esperado, afirmando la superioridad de Jesús, que
apuntó a sus seguidores por ocasión del bautismo en las orillas del Rio Jordán.
Su
figura perece irse deshaciendo, a la medida que va surgiendo "el más
fuerte", Jesús. Todavia, "el mayor de entre los profetas" no
cesó de hacer oír su voz donde fuese necesaria para concertar los sinuosos
caminos del mal. Reprobó públicamente el comportamiento pecaminoso de Herodes
Antipas y de la cuñada Herodíades, mas la previsible susceptibilidad de él le
costó la dura prisión en Maqueronte, en la orilla oriental del Mar Muerto.
Por
ocasión de la fiesta celebrada en Maqueronte, la hija de Herodíades, Salomé,
habiendo dado verdadero show de agilidad en la danza, entusiasmó a Herodes.
Como premio pidió, por instigación de la madre, la cabeza de San Juan Bautista.
Ultimo profeta y primer apóstol, dio la vida por su misión y por eso es
venerado en la Iglesia como mártir.
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